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Helena Larroque de Roffo: La mujer que abrió el camino en la prevención del cáncer

Foto del escritor: Catalina SaavedraCatalina Saavedra



En la historia de la salud en Argentina, hay nombres que resuenan con la fuerza de una revolución silenciosa. Helena Larroque de Roffo es uno de ellos. Pionera en la investigación oncológica y el acompañamiento a pacientes, su legado es la piedra fundacional de nuestra organización, institución que desde hace más de un siglo mantiene vivo su compromiso con la concientización y prevención del cáncer y el acompañamiento a personas con cáncer.


Nacida en 1883 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Helena se crió en un entorno donde el estudio y el trabajo eran valores fundamentales. Con una inclinación natural hacia las ciencias biológicas, ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde se cruzó con Ángel Roffo, su futuro esposo y compañero en la cruzada científica del cáncer. Juntos formaron un gran equipo, impulsado por la pasión por la investigación y el deseo de transformar la realidad de los pacientes oncológicos en el país.


A pesar de que una fiebre tifoidea la obligó a abandonar sus estudios antes de graduarse, Helena no se detuvo. Su curiosidad y determinación la llevaron a estudiar en La Sorbona, histórica Universidad de París, y a colaborar en el laboratorio de Marie Curie, una de las mentes más brillantes de su tiempo. Allí, absorbió conocimientos que luego aplicaría en Argentina, donde el cáncer era todavía una enfermedad desconocida y temida.


En 1922, cuando la Universidad de Buenos Aires cedió un predio para la creación de un instituto experimental dedicado al estudio y tratamiento del cáncer, Helena se involucró activamente. Su visión no solo abarcaba la investigación científica, sino también la atención integral del paciente. Consciente de la necesidad de profesionalizar la enfermería oncológica, fundó la Escuela de Enfermería que hoy lleva su nombre, formando generaciones de profesionales comprometidos con el cuidado de los enfermos.


Pero su mayor hito llegó en 1921, cuando fundó LALCEC junto a un grupo de mujeres decididas a cambiar la percepción y el abordaje del cáncer en el país. Con una convicción inquebrantable, impulsó la difusión de información y la concientización sobre la detección temprana, desmitificando la idea de que el cáncer era una sentencia de muerte. En su primer estatuto, estableció que la Liga tendría como objetivo "asistir a los enfermos y cooperar a la obra científica, aportando recursos para las investigaciones y divulgando los conocimientos que lleven al público al convencimiento de que el cáncer es curable mientras es una enfermedad local".


Helena no solo trabajó en los laboratorios y hospitales; también se enfrentó a los prejuicios y temores de la sociedad. En una época en la que la palabra "cáncer" generaba miedo y rechazo, ella supo que la mejor herramienta para abordarlo era la educación. Con paciencia y determinación, se encargó de sensibilizar a la comunidad, convencida de que el conocimiento era el primer paso hacia la prevención.


Su vida se vio truncada en 1924, cuando un accidente cerebrovascular le impidió continuar su labor. Sin embargo, su legado perdura. En LALCEC, la institución que fundó con tanto esfuerzo, seguimos promoviendo el acceso a la información, la prevención y el acompañamiento a los pacientes y sus familias.

Hoy, cuando hablamos de prevención y detección temprana del cáncer, hablamos de la visión de Helena Larroque de Roffo. Su trabajo y dedicación sentaron las bases de un trabajo que continúa, en el que el conocimiento, la solidaridad y la ciencia siguen siendo nuestras mejores herramientas. 

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